Sunday, August 10, 2008

El cordal

Este viernes pasado me sacaron un cordal. Es el segundo que me han sacado y espero que el último.

El primero que me sacaron fue de emergencia, ya que se me rompió. Fuí a mi dentista, donde me dijeron que la raíz era demasiado profunda y tenía que hacer cita con un cirujano oral. Fuí a ver a la recepcionista para que me hiciera la cita.

-Solamente tenemos una oficina disponible para esta semana. Ellos aceptan nuestros casos de emergencia. Te pueden ver el viernes.

-Bien, hazme la cita entonces.

La recepcionista miró el calendario. -Solo uno de los cirujanos tiene tiempo abierto. Pero, debo avisarte que él no es, digamos, oficialmente un cirujano dental.

-¿No? ¿Y que es, entonces?

-Pues es uno de nuestros dentistas, pero ha hecho muchas extracciones de esta naturaleza. Le encanta hacerlas.

-¿Le encanta? ¿Entonces la cirujía oral es su pasatiempo?- dije, en son de chiste.

-¡Sí, así mismo!- contestó la recepcionista, contenta de haber dado con la descripción correcta y sin darse cuenta de la poca confianza que esa descripción, inicialmente jocosa, pudiera engendrar en cuanto al pobre dentista.

Que más, hice la cita y me presenté ese viernes. Me senté en la silla de tortura dental y esperé al cirujano. Ví a otros pacientes pasar por mi silla luego de pasar por lo mismo que iba a pasar yo, y se veían como muerte, caminando como ebrios y con un poco de manchas de sangre en los labios. Me empezé a asustar un poco. Cuando vino a presentarse mi dentista, lo hizo con un fuerte acento, y junto con su nombre que parecía ser eslavo, pensé que quizas en su país natal en algún lugar en Europa del Este sí fue cirujano dental, y ahora tiene que completar las equivalencias medicas de los EEUU, ya que en todos lados son algo diferentes. Muy amablemente me explicó que me iba a inyectar el anestésico, y que volvería en unos minutos cuando tomara efecto.

Aproveché esos minutos para profundizar en esta historia que me estaba inventando sobre la vida de este dentista, dandole una carrera sumamente exitosa en, digamos, Moscú, pero con lo peligrosa que se estaba convirtiendo esa ciudad luego de la caída del comunismo y la llegada de un capitalismo arrasador, tuvo que huír, y terminó consiguiendo empleo en una compañía de HMO dental en Portland. -Yo fuí cirujano dental en mi país- le dijo a sus jefes un día que se encontraban inundados de pacientes. -Yo puedo extraer ese cordal, ¡se los aseguro!- Y al sacar ese cordal, comprobó que el no haber completado los papeles que le piden en este país para certificarse como cirujano oral no significa nada. La cirujía dental corria por su sangre, como corría por la sangre de su padre, y el padre de su padre. Ahora era una estrella en esta oficina, y todas las otras oficinas afiliadas a este HMO en Portland mandaban sus casos mas urgentes a este dentista - no, dentista no, cirujano.

-Bien, Jennifer, ¿sientes esto?- y al decir eso hizo no se que en mis encías. No sentí nada, nada. Su genio se estaba manifestando ya. -Muy bien, empezemos entonces.-

He descrito ese proceso de extraer un cordal con raíces profundas como lo que queda de la odontología medieval. No duele, pero sí tienes a un dentista encima tuyo, con varios intrumentos metalicos y siniestros, dandole cantazos a tu diente hasta que se cae en cantos. Entonces hace algo mas con la encía, limpiando todo eso por ahí adentro, me imagino, y lo cose todo con hilo y aguja. Te sientes que te han caído a puños, pero dentro de la boca. ¡Pero nada me dolió!

-Ya terminé, Jennifer.

-¿¡Ya?!

-Sí, ya. Te voy a recetar Vicodin para el dolor.

-Ay sí, que bueno.- Este doctor sí que entiende.

-Y veo que tu dentista quiere que te saquemos el otro cordal. Vuelve a verme y te sacamos a ese también.

Mi esposo estaba esperandome, y había visto a los zombies sangrientos salir. Estaba esperando lo mismo de mí, pero salí despierta y con la boca libre de sangre. Y, sí, cuando por fín me recuperé (que, dicho sea de paso, me tomó como dos semanas para que la hinchazón se me bajara por completo), y pasaron los meses y mi dentista me empezó a preguntar que cuando pensaba sacarme ese cordal de una vez, llamé a la oficina de nuevo. Pero, como el no es un cirujano oficialmente, la recepcionista comenzó a sugerir a otros en esa práctica.

-Yo quiero al que me vió la última vez.

-Ah, sí, te puede ver el 8 de agosto.

Volví a la silla del ruso (no sé si es ruso, pero es la nacionalidad que le he asignado), y seguí creandole su historia. En esta ocasión comenzé donde lo deje la última vez - la nueva estrella de la cirujía dental. Los pacientes llegaban con mucho dolor y con miedo. -¡Me han dicho que el doctor que me va a ver practica la curijía oral como pasatiempo! ¡Tengo miedo!- Y las asistentes llevan a los pacientes a la silla con una pequeña sonrisa, asegurandoles que todo iba a estar bien. Al terminar todo los pacientes salían asombrados y sin nada de miedo. -¡Es increíble! Me estaba acribillando la boca pero no me dolió!-

-Hola Jennifer, ¿que lees?

Hablamos de el libro que tenía conmigo, el cual se sitúa en Cuidad Mexico. Hablamos un poco sobre esa cuidad en lo que me inyectaba la aguja del anestésico, una aguja grande, grandota, grandísima. Entonces repitió la exterminación total de mi otro cordal. Y esta vez casi ni me hinché, casi no me dió dolor, y me siento muy bien. Si la cirujía oral es su pasatiempo, pues, que bueno, porque eso quiere decir que está dedicado. Solo me tomé una Vicodin, mas como precaución que por el dolor, y me la tomé a su nombre. Salud, Doctor Ruso.

1 comment:

Annie said...

Jenny, me encantó leer tu experiencia, te juro que yo era la que estaba sentada en la silla del dentista!! Good job!!
Un abrazo, Annie